"La culpa es extraña porque se puede repartir y el final alcanza para todos, como el milagro de los panes. La culpa se pulveriza y vuela como un hollín invisible hasta alcanzar a todos, incluso a los que creen no tenerla. Vuela, se mezcla con otras culpas, cae en las almas y crece echando raíces que corroen las entrañas de la propia vida y, al cabo, está en tantas parte que es como si no estuviera... pero está, acechando, rodeando la frágil solidez de nuestra felicidad, contaminando el aire donde flota nuestra voz, el aire que tomamos para seguir sobreviviéndonos, para seguir alimentándola...
Hay quién cree que actuamos por la razón, por los sentimientos, o simplemente por lo que llamamos “sentido común”, pero, cuantas cosas hacemos solamente motivados por la culpa. La culpa de lo pasado, de lo que pasa o de lo que podría pasar. La culpa de no haber hecho lo correcto, la de habernos equivocado, la de, sencillamente, no haber hecho nada.
La culpa que crece dentro lenta, endémicamente, como los tallos tenaces de una hiedra invisible..."