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martes, 11 de enero de 2011

CHICA DE NEGRO

LAS POCO CREIBLES AVENTURAS DE YACK DANIELS - Episodio I

Cuando Yack Daniels se acercó a la casa, escuchó de pronto que el teléfono sonaba. Sin pensarlo un segundo se precipitó hacia la puerta, echándola abajo de un solo golpe y, luego de beber un trago de su bebida homónima (que a la sazón llevaba en el bolsillo) se lanzó al interior del inmueble solo para encontrar que un tigre de bengala le aguardaba en el sofá de tres cuerpos de la sala. Al ver a Yack, éste se irguió dispuesto al ataque… el sofá, digo. Esto provocó que el tigre (que estaba embalsamado) volara a través de la habitación, haciéndose añicos contra la pared. Yack esgrimió el látigo que llevaba enganchado en su cinturón, bebió otro trago y la emprendió a latigazos contra el enfurecido sofá que por fin, viéndose superado por las dotes marciales de Daniels, se retiró gañendo hacia otra habitación.
Yack, escuchando que el teléfono aun sonaba de forma insistente, avanzó en medio de la oscuridad, solo para descubrir que había caído en otra trampa.
Sin notarlo había atravesado una casi imperceptible red de lasers, los cuales activaron un complejo y antiquísimo mecanismo maya, que hizo que las paredes del angosto pasillo comenzaran a cerrarse… por suerte Yack no había entrado al pasillo, así que observó mientras bebía, como las paredes se cerraron al santísimo botón. Entonces fue por otro camino que daba a una escalera.
Mientras subía por la escalera varios alienígenas, un hombre lobo y una multijuguera de marca reconocida, intentaron detenerlo pero él dio cuenta de ellos e incluso se tomó un jugo de zanahorias para celebrarlo (claro que después se echó un buche de wiskey)
Al llegar al final de la escalera ya traía un pedo regular, miró a ambos lados y escuchó el sonido del teléfono a su derecha, así que avanzó en esa dirección, sin notar que alguien le seguía de cerca. Cuando había avanzado unos pocos metros sintió un violento golpe en la cabeza que le dejó inconciente.
Despertó en una pequeña habitación, atado en el suelo mientras un filoso péndulo descendía sobre él. Por suerte Daniels había aprendido a practicar escapismo leyendo varios libros del gran Jodini, y logró fugarse. Salió y, luego de beber otro poco, corrió por el largo pasillo (haciendo eses y chocando en varias ocasiones con las paredes) en dirección al lugar en donde el teléfono seguía sonando.
A mitad de camino le salió un búfalo blanco al que esquivó, saltó un coche bomba, sorteó a dos testigos de Jehová, eludió a la defensa, hizo un gol de medio campo, rodeó un foso con cocodrilos, se abrió paso entre una hinchada de hockey sobre hielo, una barricada de piqueteros y una cola de jubilados. Cuando por fin alcanzó la puerta tras la cual sonaba el teléfono, a la que derribó de una patada, Daniels, luego de enfrentarse en duelo de espadas laser con un oscuro personaje que afirmaba ser su padre, alcanzó por fin el aparato que sonaba desquiciadamente.
Por fin levantó el tubo y, luego de escuchar con atención, dijo lacónicamente:
_ Número equivocado… _