¡BIENVENIDOS!

Este es un espacio en el que nunca sabrás que vas a encontrar, dibujos, textos, bastante humor y alguna otra cosa. La idea es que te agrade... si no te agrada lo lamento, eso ya no es problema mío. Suerte. Todo el material que se publica está debidamente registrado.




viernes, 29 de abril de 2011

martes, 26 de abril de 2011

Fragmento de la descripción de la casa de Doña Rosalía, para "La Hora del Diablo"

“En el zaguán del frente había dos grandes faroles de hierro pintado de negro, que, en las noches de verano, manchaban con su cálida luz amarillenta las paredes de piedra de la casa. Había también una enorme hiedra sobre el muro del huerto (achacoso e inclinado) y unos viejos cipreses, llenándose de años y líquenes.
Más allá, el enorme patio con aljibe al centro y unos canteritos a la francesa poblados de malvones, geranios y dalias, y quién sabe qué otras flores cuyo nombre u olvidé o nunca supe, pero que aun pueblan con su presencia (sus múltiples trazas de color) este recuerdo.
A la entrada, un par de puertas se abrían sobre el ancho vestíbulo de losas cuyos intricados diseños formaban un hermoso mosaico.
La de la izquierda daba al escritorio, conservado en su aspecto decimonónico, con un gran escritorio de caoba, un par de bustos de bronce, el secante, el lapicero. Detrás, la ventana con la estera a medio levantar que dejaba entrar la luz, tenue, por entre el visillo amarillento.
La de la derecha se abría a la sala, con sus muebles acolchonados de forro rojo oscuro y madera de nogal, y ese olor a tela guardada, y esos óleos con marinas y prados en las paredes penumbrosas.
El patio se hallaba rodeado por un pórtico con pilares de ladrillo, techado de tejas lisas, algunas desencajadas y pobladas de yuyos, que solo se veían desde el fondo entre los viejos higuerones…
El añejo caserón dominaba la esquina en lo alto.
En la otra cuadra, recuerdo que había un almacén con club de bochas. Los veteranos se reunían allí bajo la sombra de dos grandes paraísos a liar tabaco y conversar eternamente de lo mismo, con sus eternas camisas a rayas y sus, también eternos, vasos de vino tinto.
Era un lindo tramo de la calle, que caía en bajada hacia el arroyo sombreado de árboles a lo largo de su trayecto, con sus veredas destartaladas, levantadas entre las viejas raíces... “

domingo, 24 de abril de 2011

Ensayo para "La Hora del Diablo"

"La culpa es extraña porque se puede repartir y el final alcanza para todos, como el milagro de los panes. La culpa se pulveriza y vuela como un hollín invisible hasta alcanzar a todos, incluso a los que creen no tenerla. Vuela, se mezcla con otras culpas, cae en las almas y crece echando raíces que corroen las entrañas de la propia vida y, al cabo, está en tantas parte que es como si no estuviera... pero está, acechando, rodeando la frágil solidez de nuestra felicidad, contaminando el aire donde flota nuestra voz, el aire que tomamos para seguir sobreviviéndonos, para seguir alimentándola...
Hay quién cree que actuamos por la razón, por los sentimientos, o simplemente por lo que llamamos “sentido común”, pero, cuantas cosas hacemos solamente motivados por la culpa. La culpa de lo pasado, de lo que pasa o de lo que podría pasar. La culpa de no haber hecho lo correcto, la de habernos equivocado, la de, sencillamente, no haber hecho nada.
La culpa que crece dentro lenta, endémicamente, como los tallos tenaces de una hiedra invisible..."

CUATRO CHISTES CUATRO (medio boludos)





















jueves, 21 de abril de 2011

De la Hora del Diablo

Hay quién lamenta la muerte como algo terminal, terminante, increíblemente arbitrario... pero nuestra muerte estaba ya cantada desde tiempos remotos, desde eras inmemoriales, por juglares oscuros que no sabían siquiera nuestros nombres.
No es terminante. Nuestra esencia (sea lo que fuere) flota como un vaho por encima de nuestro cadáver e impregna, cuando puede, a los transeúntes. Lo que fuimos, lo que pudimos ser, lo que indefectiblemente no fuimos, todo eso queda latente, colgado del aire que una vez respiramos. Y todo eso pasa de voz en voz, de aliento en aliento...
No, no somos nada, somos todo, somos todos. Somos todo el polvo al que otros volvieron, la brizna, la podredumbre, el dolor. Somos toda la culpa con la que cargaron y que también heredaron de otros, somos ellos, los futuros muertos, los que estarán dentro de las tumbas cuando alguien llegue a preguntar (preguntarse) qué somos.

sábado, 16 de abril de 2011

Ensayo para "La Hora del Diablo"

Tengo el lejano recuerdo de un corredor abierto al norte y unas puertas grises y descascaradas que daban a cuartos enormes, habitados por la penumbra. También me acuerdo del aroma acre de la cal en la pared, el reflejo del agua de lluvia, verdosa en el tanque, del olor sutil del asfalto al sol en enero. Me tiraba boca abajo en el suelo frío cuando me dolía la panza y trataba de buscarle forma a las pintitas de las baldosas mientras, desde dentro, me llegaba un tango con el sonido rasposo de una radio portátil. Mi abuela, siempre en la máquina de coser o en la batea. Mi tío Marcelo (que apenas me llevaba seis) acechando en el patio para hostigarme. Y mi otro tío, Carlos, que iba a la Escuela Industrial… pero casi nunca llegaba. Cuando daban las cuatro las tías viejas se sentaban en la cocina y preparaban el mate dulce. Siempre igual, siempre las mismas sillas en el mismo lugar, el mismo mate, el mismo repasador para ahuyentar las moscas, las mismas adorables y achacosas manos. “Tan, tan – ¿Quién es? – Perro, perro portugués – Por la otra puerta que aquí no es” (la imagen del perro golpeando la puerta me ha perseguido el resto de mi vida, sin saber porque la veo tan macabra) Tía Lita jugaba conmigo cuando yo volvía del jardín. Y luego la tarde se estiraba como un reino infinito de canteros poblados de seres imaginarios…

viernes, 1 de abril de 2011